agosto 04, 2010

Recuerdos de una niñez rota (2)

Todo en la casa cambió, las cosas que normalmente mi mamá y yo hacíamos, todo, era mal visto por Victor, las costumbres tuvieron que cambiar a cómo le parecía mejor.
Además de los celos enfermizos que poseían al hombre, sus borracheras y peleas; no se si llegó a golpear a mamá, eso nunca lo vi, pero no me parecería raro enterarme de eso ahora, sus discuciones eran muy, muy horribles; y yo, siempre defendía a mamá recibiendo insutos del tipo cada vez que lo hacía.
El era divorciado también y no me resuta muy complejo imaginar las razones de su ex mujer para querer separarse. Tiene dos hijos mayores que yo y un perro que tuvo que dejarles cuando se fué de su casa; por lo que cuando le pedi un perro a mamá el no tuvo problema en comprarlo, al parecer le gustaban bastante. Mi primer perrito, se llamaba Loly y era un cocker negro de lo más lindo, que me hacía compañía todos los días mientras me la pasaba sola en casa esperando a que mamá llegara a las 10 de la noche del trabajo cuando aún Victor no vivía con nosotras.
El infierno que Victor me hizo vivir no quisiera recordarlo, pues mi niñez se rompió una y cada vez que mamá me dejaba sola con él en casa. No es tan díficil de adivinar.
He tenido que tomar mucha terapia para poder siquiera tocar el tema.
Esa parte me gustaría dejarla a un lado, pues obligué a mamá a sacarlo de la casa, amenazándola en irme a vivir con mi abuelita si él no se iba, cosa que le costó unas semanas.
Sin embargo ella seguía viéndolo, y lo peor, en nuestra casa. Los domingos que iba de visita con papá, ella lo invitaba y me daba cuenta por la infalible botella de Coca-Cola que aparecía en el bote de basura, casualmente cuando regresaba por las tardes.
Meses después de peleas con mamá, logró librarse del tipo que, aún, seguía llegando en las noches borracho, a cantar afuera de la casa.
El muy vengativo me quitó a mi perro un día que salió a pasear a la calle. Ahí se fué lo mejor y lo peor de mi vida en ese tiempo, pues sin hermanos, ni compañía alguna, con ese perro pude escapar jugando de lo que el monstruo dejó de la niña de 12 años que era. Ese perro fué testigo de lo que pasaba, mi desahogo; y me lo robó vilmente.
Cuando se fué, yo ya estaba en la secundaria en donde tuve algunas amigas, y pocos amigos, algunos "novios"... Mi personalidad de volvió temerosa, llena de deseo de aceptación; no tenía problema en agradarle a la gente ni me iba mal pero no fue la mejor época en el transcurso de mi vida.
En casa lo que hacía era salir de vez en cuando con una niña, se llama Reyna. La conocí gracias a mi perro Loly.
En una ocasión, caminábamos por la Unidad (Habitacional, en donde vivimos) y vi de lejos un chico, cabello un poco largo, estilo Beatles, no muy alto, moreno claro. Me fascinó, no creo en el amor a primera vista, pero si en la fascinación.
Quise conocerlo como loca, me dormia pensando en él y nisiquiera sabía su nombre.
Un vecino de Reina me lo presentó, su nombre: Alan.
Comenzamos a conocernos, salíamos casi todos los días. Eran vacaciones de verano y nos llegamos a mojar con la lluvia varias veces, no queríamos entrar a nuestras casas.
Creo que lo que no nos dejó entendernos fué la edad; él estaba a punto de cumplir 18 y yo tenía 13 años. Una diferencia abismal cuando se es tan inocente, dentro de lo que cabe. En ese momento jamás me importo esa diferencia, lo amaba (claro que no sabía lo que era amar).
Era más que evidente que yo no tenía ni idea de lo que significaba amar a alguien, ni siquiera sabía besar. El me enseñó.
Un día, me decidí a hacerlo mi novio, a decirle que no quería que fuera de otra, sino mío. Cuando se lo dije, me contestó que el no estaba listo todavía para empezar una relación de nuevo pero que ibámos a estar juntos, sólo los dos, pero novios no, lo nuestro sería "diferente".
Ahora me río de esto, esa es la frase más usada, y la que jamás había escuchado hasta ese entonces... Claro que estuve dispuesta a eso, no me importó, sólo quería tenerlo de alguna manera, la que fuera.
Iba a buscarme a casa casi todos los días, y yo estaba cada vez más enajenada con él.
Dicen que la primera vez nunca se olvida, y para mi esa fué mi primera vez. La verdad que fué muy bello. No me quejo de nada, ni me siento mal por las circunstancias, que simplemente no tomé en cuenta por estar cegada.
El ya era un muchacho que sabía que terreno pisaba, sabía que era mi primera vez (porque sí lo fue, para mi no hay hombre anterior a él, por salud mental) y sabía que yo era una niña, literalmente, de 14 años. El sabía lo que hacia y no se detuvo, no sé por qué, aún asi, fué de lo más educado siempre, jamás me hizo arrepentirme de nada, lo cual le agradezco mucho.
¿Se preguntan cómo terminó? Una chica se metió entre nosotros, su ventaja: ser más grande que yo, vivir sola sin padres que obedecer. Se fueron juntos a Veracruz dos días, me enteré por casualidad. Terminé con él cuando volvieron.
Noches lloré por él, noches en que me quedaba dormida llorando.
No me recuperaba aún, mi luto no había terminado cuando conocí a Yuualli, el Victor de mi vida.

agosto 03, 2010

Recuerdos de una niñez rota (1)

Esto que estoy a punto de contarles no coincide conmigo, con lo que soy, con lo que la gente a mi alrededor conoce; no parece ser mi historia, pues hasta mi familia piensa que la razón de que no sonriera en las fotos era debido a los brackets; y mamá, la única persona que conoce a medias la verdad, sólo la ignora y finge que nada ocurrió nunca.
Mamá es una año más grande que Papá, y cuando estaban jóvenes eso no era tan relevante, mi mamá nunca compredió que necesita una mente más madura que sepa lidiar con la suya, en fin. Ella tenía 27 años cuando nací, en 1990, en el hospital de Zaragoza, en México.
Mi memoria tiene un alcance de 18 años, más o menos, y los primeros recuerdos son, a decir verdad, muy agradables en todo sentido. Puedo recordar mi casa (y con esto me refiero a la casa de mi abuelita Vicky, la que considero el hogar mis de travesuras, risas y berrinches), mi familia, mis amiguitos del Cendi (lo que era un simple kinder), algunas maestras sin rostro pero con personalidad bastante bella, juguetes, situaciones, infinidad de lugares, sabores y olores que hasta ahora me remontan cosas lindas o desagradables, dependiendo de que lo que recuerde con ellos...
Pero a partir de mis 3 años, las cosas empiezan a parecer dificiles. En 1993, mis papás decidieron separarse (no divorciarse). Tengo sólo la versión de mamá, pues mi papá tiene un carácter un tanto extraño, no suele tocar temas incómodos y cuando lo hace es superficialmente.
La versión cuenta que la separación se debió a problemas económicos (que raro), que mi papá perdió el trabajo y mi mamá trabajaba todo el día, dejándolo a mi cargo; cuando papá encontraba trabajos, no le paracecían lo suficientemente buenos para él y los dejaba como si nuestra situación estaviera para eso. Entre otras cosas, esto desencadenño muchas peleas, de las que sólo recuerdo una y simplemente regresé a mi cama y fingí dormir.
Así, viví sola con mamá, que cayó en depresión y, creo, aún sigue en ese estado, ella le llamaba estar "enferma de los nervios". Su enfermedad hacía que se comportara muchas veces de forma muy extraña, se enojaba muy fácilmente y siempre estaba irritada; me pegaba seguido y la verdad, a veces le tenía miedo.
Yo pensaba que era normal, que las todos eran así y era muy tímida, no me era fácil saludar a la gente (recordemos que tenía 4 o 5 años) o que las personas me agradaran.
Tenía miedo de que mamá me dejara también, pues creí que mi papá lo había hecho, tal vez inconcientemente, ya que mamá me decía que aunque no viviera con nosotras, él iba a ser siempre mi padre y eso no cambiaría, me llevó a algunas terapias... Sin embargo empezé a llorar en la puerta del Cendi en las mañanas para que mamá no se fuera a trabajar.
No recuerdo cuánto tiemo pasó para que mi papá pudiera verme los domingos y le empezara a dar pensión alimenticia a mi mamá; ella conserva esos recuerdos de falta de "apoyo" por parte de él, el dinero siempre ha sido un problema entre ellos.
Se divorciaron años después. Pero una persona, que recordaré el resto de mi vida, ya había aparecido para ese momento: Victor.
Victor es maestro de primaria, como mi mamá. Como ella es madre soltera, cuando yo era pequeña tuvo muchos empleos para salir adelante, seguía trabajando todo el día.
Mi abuelita Vicky iba por mi a la escuela y me llevaba con ella a su casa, en donde vivían mi abuelito y mis tíos, a quienes amo muchísimo.
Mi abuelita siempre ha sido bastante rara, su vida tampoco ha sido muy normal que digamos, pero ¿De quién si? Sólo que, a pesar de ser madre de siete, no tiene mucha idea de cómo lidiar con niños de generaciones distintas. Para castigarme me decía que el diablo vendría por mi para llevarme al infierno y alguna vez me hizo leer la biblia para estudiar el catequismo ( ¡A los 6 o 7 años!); en fin, no soy nadie para juzgarla.
Mi mamá trabajaba en una escuela diurna, en las mañanas es primaria, y en las noches también, con la diferencia que imparten clases a personas adultas que no pudieron completar sus estudios. Ella daba clases en las tardes-noches y Victor también. No se si salían a escondidas pues no me dí cuenta nunca de que salían hasta que él se subía al coche de mi mamá, prendía un cigarro y la besaba, empezó a visitar a mamá borracho por las noches y le cantaba canciones afuera de la puerta, claro que yo no me daba cuenta de que esta ebrio, ni si quiera sabía qué cosa era el alcohol.
Poco tiempo después mi mamá le permitió vivir con nosotras (su primer GRAN error). Siempre he pensado que mamá tiene una necesidad extrema de compañía, y la busca incansablemente, permitiendole a sus parejas, muy aprsuradamente, hacer cosas, tomar decisiones o complaciendo exageradamente las necesidades de ellos, haciéndolos unos holgazanes del amor; los maleduca, por decirlo de alguna manera.
Victor no era una persona muy cuerda, pero los excesos que se dieron la libertad de tomar, tanto él como ella, fueron el detonante para una relación horrible, que duró años.